

Increible pero cierto. Trelis vino a visitarnos. Mañana memorable. Después de un cálida tertulia en torno a la pintura decimonónica (inexcusable, somos todos admiradores de Fortuny y las muy ricas piezas que el XIX levantino nos legó) llegó la sorpresa. El maestro se quitó su chaqueta y nos pidió útiles para pintar. ¡Igancio se puso a pintar delante de todos!. La clase duró como hora y media. Hablamos de cálidos y fríos, de sombras que el blanco aventa, de pinceles, de color, de este sublime padecimiento que a todos nos aqueja: el mundo de la pintura y sus conjuntos que es otro mundo y que cuando hiere, llena toda una vida.
Gracias otra vez, amigo. Lo que nos ofreciste ayer no tiene precio.
Aquí dejamos un par de fotos del evento y el resultado final.